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martes, 2 de junio de 2015

Patriotismo servil

La pitada al himno nacional en los prolegómenos más próximos de la final de la Copa de S.M. el Rey ha dado mucho que hablar. En el momento se pronunció todo el que quiso mediante las redes sociales, con opiniones, como es lógico, de lo más variopintas: desde quienes están de acuerdo con los pitos y los consideran con sustento ideológico hasta quienes lo ven como una falta de respeto a los símbolos nacionales, un ultraje a lo que representa España, cosa que no es tontería porque, en un país de chiste como el nuestro, tercermundista al nivel de Zambia, esas "faltas de respeto" son anticonstitucionales, ya sean contra el Rey, contra el Estado o contra todo lo que represente a ambos. Esa pitada ha reavivado el espíritu prohibicionista de la derecha española, siempre totalitaria e intolerante. Desde que Franco, de ideología indudablemente derechista, se apropiara del patriotismo español, éste ha quedado a merced de las vicisitudes del sector reaccionario del pensamiento político. Se trata, además, de un patriotismo que en nada se distingue del nacionalismo exacerbado de aquellos que pitaron el himno en símbolo de protesta, muy lícitamente y respaldados por la libertad de expresión que propugna la Declaración de los Derechos Humanos. A fin de cuentas, es lo mismo venerar, exaltar y lisonjear las virtudes de Cataluña que hacer lo propio con las españolas o las vascas. La única diferencia es el carácter disgregador del nacionalismo vasco-catalán, pero al mismo tiempo es lógica: España no podría ser independentista porque ya es independiente. El sinsentido sería mayúsculo.

Ante esa fuerte y sonora protesta a un símbolo nacional, como puede ser ese himno sin letra que penosamente tararean o silban quienes sí lo profesan, la libertad de expresión, esa palabra con la que se nos llena la boca cada vez que se cometen injusticias con, por ejemplo, periodistas (Charlie Hebdo), desparece del panorama. Las faltas de respeto se convierten o se quieren convertir en punibles por ley. Quien defiende semejante atrocidad más propia del siglo XVIII que del nuestro olvida que expresarnos libremente es un derecho elemental independiente de aquello que expresemos; si yo, desde aquí, dijera que estos personajes son gilipollas y unos verdaderos imbéciles, les estaría faltando al respeto, qué duda cabe, pero no por ello podrían llevarme a juicio y meterme en la cárcel. Y si irrespetuosamente afirmo -como ya lo he hecho muchas veces- que España es una mierda de país sin solución y que una ardilla podría recorrerla de gilipollas en gilipollas -esto es cosecha revertiana-, quizás les moleste, pero tendrán que indignarse, pensar para sus adentros que gilipollas será quien firma -servidor- y seguirán cenando, durmiendo y levantándose igual que antes. Porque en eso se basa el Estado de Derecho, y si no gusta, la frontera con Francia está relativamente cerca, pero no seré yo quien tenga que emigrar por pedir derechos.

El patriotismo español reinante en la actualidad es muy cuestionable por estar basado en ideas de las que difícilmente se puede sentir orgullo. Es evidente la influencia directa de la sociedad americana, empeñada en esa arrogancia nacionalista servil con los poderes establecidos que adiestran a la descendencia para alargar una generación más la farsa que representa ese país. Estar orgulloso de España es como estar orgulloso del pijama que te has comprado o del café que te han servido esta mañana: un sinsentido. No tiene lógica alguna demostrar altanería por un país de pandereta que hace las veces de circo del que toda Europa se ríe desde el siglo XVII, por una tierra de vagos pasivos que se conforman ante lo que ven por mucho que no les guste, por una generación de jóvenes que pasa más tiempo peinándose el tupé que leyendo libros. Si por algo se puede ser altivo en España es por el Siglo de Oro de la Literatura, el brillante Quijote de Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, la Generación del 98, que alumbraba el camino de una manera comprensiblemente pesimista, rodeada de gente superflua y enamorada de las banalidades, etc. Resulta lamentable leer "arribas" y "vivas" de ignorantes que no conocen la historia de su propio país, que no la han estudiado porque no les ha interesado, y que por tanto promulgan estos gritos siguiendo la estela de la ideología que sus padres les han inculcado. Que nadie afirme enorgullecerse de ser español si ignora que la primera parte del Quijote se publicó en 1605, porque la cultura es lo máximo a lo que podemos aspirar, y en España, gracias a la amplia y rica lengua que manejamos, tan rica que nadie nunca la dominará al cien por cien, gozamos de ella. Sólo hay que ponerle interés.

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