Claro que el humor, como todo, tiene categorías. El humor
inteligente, por ejemplo, es apolíneo, racional, rebuscado y escondido, porque
su comprensión depende de una formación externa al más simple y elemental
gracejo. En otras palabras, la esencia del humor inteligente reside fuera de
él, en otro ámbito distinto, que pertenece a la política, la religión o la
filosofía. La base sobre la que se asienta este tipo de humor es meramente
externa. Otra línea humorística sería, por ejemplo, el conocido como humor verde, que es grotesco, pueril, fútil,
banal, superficial y simplón. Es tan simple que gira en torno a cagar, mear y
follar, sin más recurso que la mofa sencilla y benévola, porque si alguna
ventaja tiene este tipo de gracia es que no suele tener maldad. El humor negro,
finalmente -y en gran simplificación de los distintos tipos-, es el que más
oscuro trasfondo esconde, el más verdadero y sincero, pero al mismo tiempo
cruel, despiadado e incompasivo. Su mayor logro es aislarse del mundo hasta el
punto de no sentirse afectado por las opiniones que éste vomite, consiguiendo
una externalidad que se torna en superioridad y despreocupación por los juicios
que desde fuera tratan de derrumbar todo lo que no acompaña a la sociedad. Es
el equivalente al Superhombre nietzscheano en la escala de lo humorístico,
porque erradica creencias y sistemas morales actuales. El humor negro hace mofa
a costa de Irene Villa o los hijos de Bretón, evidenciando, como ya se ha
explicado, que hasta de tragedias y muertes se puede reír uno, es decir, entra
en todo cuanto exista sólo por existir y lo hace intrínsecamente. Es por tanto
ilimitable, y su limitación responde al obsesivo ocultamiento de lo oscuro y lo
trágico que acompaña a nuestra pusilánime sociedad del siglo XXI, incluyendo,
cómo no, la muerte. Y la crueldad que entraña la jocosidad basada en desgracias
es tan evidente que se entiende rechazable, pero nunca condenable ni limitable
por los motivos ya expuestos. La supremacía de lo trágico en el humor negro
sólo es comparable a la burla de la desgracia que acompañaba a los esperpentos
de Valle-Inclán, a los dramas de Lorca o a la tragedia de Wagner.
Recientemente se han conocido -interesadamente, como siempre-
burlas grotescas de futuros cargos políticos del ayuntamiento de Madrid, puestos
que han alcanzado apoyando la candidatura de Manuela Carmena a través de Ahora
Madrid. Uno de los linchados por la debilidad social ha sido Guillermo Zapata,
hipotético futuro Concejal de Cultura, a quien se ha fustigado por tweets de 2011 en los que demostraba su
afición por el humor negro. La derecha española, escandalizada con el gobierno
de la para ellos tan temible y demoníaca izquierda, ha atacado a personajes
como él argumentando una falta de humanismo e incluso apoyo a barbaridades
recientes que todos, incluyendo quienes ríen de ellas, condenamos, como el Holocausto
judío o el asesinato de Marta del Castillo. En esta penosa campaña, impulsada
desde las redacciones de los principales diarios que han tenido que remontarse
hasta 2011 para encontrar un arma con que atacar a la nueva política, es una
muestra más de lo putrefacta que es la caverna mediática española, con El País,
La Razón, El Mundo y sobre todo ABC a la cabeza. Nos hemos encontrado con
medios que aún no han condenado el franquismo reclamando la dimisión de quien
ha bromeado con el Holocausto, una forma de darwinismo social que desarrolló el
régimen nazi, que a su vez ayudó al propio Franco a ganar la Guerra Civil. Han
salido, por otra parte, miembros del Partido Popular (Carlos Floriano) a decir,
parafraseando a Monedero, que "en política el perdón se conjuga
dimitiendo", cuando ellos mismos han olvidado esa cita en numerosos casos
de corrupción, empezando por las cercanas muestras de cariño del Presidente del
Gobierno al imputado tesorero del partido que aún gobierna.
Resulta escandaloso el afán por la corrección política que
muestran los propios ciudadanos, que ignoran el escaparate de falsedad y
ambigüedad que ella implica. Los políticos políticamente incorrectos podrían y
deberían ser el futuro, al haber en ellos una sinceridad y naturalidad que de
otra manera se hace imposible de mostrar. Si asumimos que las bromas que tienen
que ver con judíos reducidos a cenizas equivalen a apoyo al nazismo, y si, peor
aún, entendemos que esas gracias implican un déficit necesario en la gestión
del bromista en cuestión, tenemos un problema de base. Los sucesos lamentables
de medios tergiversadores esclavos del poder antiguo vendiendo información a un
pueblo dócil y vulnerable demuestran que no hemos entendido nada de lo que
significa el humor. No hemos entendido nada del mayor salvoconducto de la
democracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario