Con la renovación que hemos llevado a cabo han desaparecido
los oportunistas que hacen política sin vocación, para sobrevivir, pero no
hemos hecho más que empezar. Planteado que el objetivo de cada persona es la felicidad, por
extensión, el de una sociedad es permitir que todos sus miembros tengan la
posibilidad de ser felices. Para ser feliz, una persona necesita saber; la
curiosidad es la mejor prueba a la que puedo remitir: satisfacer la curiosidad
es, valga la redundancia, una satisfacción. Para ilustrar al pueblo hay varios
pasos sencillos: partiendo de la supresión del IVA cultural, detalle
importante, es preciso analizar y modificar la totalidad del sistema educativo. Las asignaturas que "distraen", como las califica el actual ministro
de Educación y Cultura, de cuyo nombre no quiero acordarme, es decir,
filosofía, arte y todas aquellas que fomentan la creatividad y el libre
pensamiento tendrán un papel esencial, premiándose en ellas la capacidad de
innovar. En los temarios más arduos pero especialmente imprescindibles se
fomentará interpretar la información y no aprenderla de memoria para recitarla
como si a loros educáramos. Se formará, en definitiva, a personas, por encima
de simples profesionales. Los pormenores de este sistema no nos atañen en este
preciso instante. Es tan complejo elaborarlo que se extendería a lo largo de un
ensayo -hay muchos publicados al respecto, como Emilio, o de la educación de
Rousseau.
El cambio desde arriba es utópico con el sistema actual. La
principal barrera está precisamente en lo que queremos destruir: la ignorancia del pueblo.
La falta de independencia de pensamiento, la minoría de edad de la que Kant
tanto habló, la heteronimia que transforma a las personas en máquinas
las hace pusilánimes, débiles, temerosas y por tanto conservadoras. El miedo de
la sociedad al cambio, al progreso, a un futuro no fijo; al contrario, móvil y desconocido
es producto de la manipulación. Aunque avanzar hacia algo borroso en un
principio puede parecer atrevido y arriesgado, no lo es si se trata de
progreso, porque nunca puede ser una barrera, no puede hacer daño, será
positivo siempre que implique conocimiento. Son quienes llevan el timón los que
mienten al pueblo para que, asustado por las luces, el conocimiento y el avance
intelectual los rechace y mantenga en la cabina de mando a los que llegaron
para no irse. Tan solo el intelecto de los más preparados como personas, y no
como simples profesionales, por buenos que sean, podrá guiarnos para salir del
agujero negro en el que nos encontramos, el agujero de la ignorancia de la
mayoría para el enriquecimiento de la minoría, eso que algunos llaman
capitalismo y que, cuando la gran parte de la población sea en su medida
sabia, colapsará. Con tal proceso de Ilustración habremos alcanzado el fin que
la Revolución propone, pero habremos evitado en el camino miles de muertes.
Atreverse a impulsar el cambio pacífico a través de la cultura y la
concienciación del pueblo es improbable; no imposible.
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