Como el cambio desde abajo es un camino de arduo recorrido que desemboca en el precipicio de la intrascendencia histórica y sobre el que se abalanza la amenaza del retorno a la posición de la que se parte, solo
hay otra solución posible: una transformación que parta de las cotas más altas,
más prestigiosas y más apoderadas, de ese sector de la sociedad tan desgastado
en nuestro siglo y condenado a ser criticado por tener sus acciones una
repercusión tan inabarcable. Irvine Welsh refleja el desgaste de la clase
política en su novela Trainspotting:
"Aquí no hay votos para el gobierno, así que ¿para qué te vas a molestar
en hacerlo? (...) ¿Qué tiene que ver la moral con la política? Tiene que ver
solo con la pasta". La renovación en forma de recambio de los que mandan
sin saber, la transformación de lo que la política significa hoy es el único
camino para alcanzar una sociedad más colaborativa, que sea el culmen de la
ayuda mutua entre personas y se aleje de los valores que el capitalismo y los
acérrimos a él han implantado con la ayuda de medios de comunicación y
religiones, esos valores que anteponen destacar pisando a otros sobre hacerlo
compenetrándose con otros. Y para que la política inmoral deje de serlo
necesita en ella gente capaz de discernir lo bueno de lo malo, que no acuda
llamada por la fama que otorga a quienes están arriba y que no finja altruismo
ni persiga riquezas excesivas que no hacen sino corromper a quien las tiene y
jamás querrá soltarlas. Lo que necesitamos, en definitiva, son políticos que no
sean políticos, que sean poetas, como Luis García Montero, que sean actores,
como Toni Cantó, que sean filósofos, como Fernando Savater, que sean pintores,
cineastas, escritores, académicos... Que hayan perseguido en su vida el
desarrollo intelectual y un nivel cultural óptimo. "Un grupo animado de
confianza, de generoso ardor, con fe en el progreso y la educación, convencido
de que para hacer a los pueblos felices es preciso ilustrarlos", como los
define Arturo Pérez-Reverte en Hombres
buenos. Esos hombres buenos a los que parece hacer referencia el título de
la novela serán los encargados, como explicaremos en el próximo número, de
culturizar a las masas y de tomar con soltura y responsabilidad las decisiones
más influyentes.
Blog de opinión sobre actualidad social y política.
viernes, 10 de abril de 2015
Revolución e Ilustración (II)
Mediante la revolución no conseguiremos el cambio que
ansiamos porque así ha sido históricamente. Remontándonos a nuestro pasado,
como hicimos en la primera entrega, hemos contemplado el estrepitoso fracaso de
toda rebelión armada; desde la indiscriminadamente violenta y asesina
Revolución Francesa, que tanto daño hizo al progreso intelectual, hasta la
Revolución Rusa, pasando por otras tantas, decenas si no cientos. Si los
objetivos de cualquier revuelta han sido a largo plazo y de teórico beneficio
para las mayorías, sus resultados siempre han defraudado, siendo visibles a
corto plazo -probablemente porque las sociedades son tan cambiantes que
cualquier proyecto demasiado amplio es utópico a cincuenta años vista- y con
efectos alejados de los propuestos.
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