Este mes les ha dado por sacar una colección de capsulitas
súper trendy, de esas de caerte de
culo al apreciar "la audaz intensidad 8", "el fuerte carácter"
-tendrá mala hostia- y el "regusto agradable y refinado" del nuevo Grand Cru Monsoon Malabar Limited Edition. Sí
señor, es un Grand Cru Monsoon Malabar
Limited Edition con todas las letras, legendario, como dicen ellos. Pero claro,
no basta con ponerlo en las tiendas modernitas de pijoteo de ricachón, en plan
vente, cómpralo y ya de paso te tomas un solo con sacarina en nuestra salita
con tu nuevo iPad, no; te mandan a casa una cartita, en un sobre very cool en tonos granates con un barquito pintado y con trato casi
individualizado en la letra que, a buen seguro, Eduard Cansado nos escribe
pensando en cada uno de nosotros, como en todo pequeño comercio. En la carta, de papel blanco (qué poco innovador),
te presentan el café de tus sueños para pasar, párrafo aparte, a colártelo como
puedan, vendiéndote las ofertas que se les ocurren y poniéndolas en negrita por
si no te habías dado cuenta. El
contraste demuestra que la finura es pura fachada.
Eso no es todo. Acompaña a la carta y al sobre un
cuadernillo con más fotos de barcos y mar -resulta que es lo que caracteriza al
café-. Y yo ahora voy y me creo que el sabor es especial porque lo han paseado
por la bahía de Bengala durante tres meses, para pasar el rato, porque sí. Solo
así han conseguido un sabor "susurrado por el viento" y unos "granos
hinchados y envejecidos" con un "singular aroma" y una "suave
textura". De hecho, no ha sido así, y hasta lo admiten. Así que, qué majos
ellos, te cuentan que someten al café a vientos monzónicos (la palabra no
existe; son unos adelantados a su tiempo) tropicales en almacenes bien
ventilados situados cerca del mar, en la costa de Malabar, durante 2 o 3 meses.
Dejando de lado que eso de "bien ventilados" y "cerca del
mar" son dos cosas muy subjetivas, también llama la atención lo siguiente:
"Nespresso supervisa todas las
etapas de este proceso con un cuidado meticuloso para ofrecerle el café en la
máxima calidad posible", o lo que es lo mismo, los niños indios de 10
años, entre chabola y chabola, no duermen para que tú te tomes tu café en la
playita tomando el sol o en tu sofá viendo el Sálvame. Y tan tranquilo.
Nespresso representa, por su cualidad de engañabobos
compaginada con una sutil campaña de mero consumismo, al neo-postureo, al
comprar por comprar o simplemente para que me vean entrar y salir de la tienda
y pasearme por la ciudad con mi bolsita. Ese ansia consumidora más ladrona, porque
arrebata a la ciudades su personalidad y las convierte en lugares siniestros
con edificios altos y tiendas repetidas. Ellos y otras tantas cadenas de
comida, bebida o ropa nos roban la tienda de la esquina, el bar de Paco y el
todo a cien de Pepi. Nos convierten en robots conformistas, simples y sencillos,
y especialmente breves, que no molestan, llegan y en un tiempo, cuando se
estropean, se van. Robots que se alegran por tomar el mismo café en Berlín,
Madrid, París o Londres, que olvidan por el camino la idiosincrasia que debe
caracterizar a cada ciudad. Apena, sin duda, que nos conviertan en seres más
insignificantes todavía de lo que ya somos. En máquinas, al fin y al cabo.