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sábado, 17 de octubre de 2015

Occidente, o el egocentrismo despiadado

El niño yace muerto. Ahogado, sin aire. Cayó al mar y no supo nadar. No se mantuvo a flote y sus pulmones se llenaron de agua. La corriente lo llevó a la playa y un fotógrafo oportuno lo ilustró. Y trasladó al niño a las retinas de todo el mundo.

Los telediarios abrieron con la imagen. Con el niño muerto, apoyado en la arena, boca abajo. Provocaron la indignación de unos cuantos ilusos que consideraron inoportuno mostrar esa imagen. Porque qué dura y pobre niño, oye. Sí, claro que es dura, pero es imprescindible. El niño muerto es el mejor recordatorio de cómo de hijos de puta somos en Occidente. Es la representación física de la altanería de Europa. Y de América, claro, porque la madre del niño había pedido asilo a Canadá -denegado, por supuesto-.

Occidente está perdido. Europa cae por su propio peso. Ninguna conjunción tan grande puede soportar el peso que cae como una losa sobre las instituciones europeas. Ninguna. Crímenes de lesa humanidad, o dicho vulgarmente, putadas varias, tienen lugar todos los días con el consentimiento de Europa. La gente da igual, sólo importa el dinero. Y que se jodan los griegos, los sirios, los libios, los egipcios, los pobres, quien sea. Que se jodan. Esa es la mentalidad. Europa soporta un sistema que a su vez soporta Europa. Porque el sistema de mierda que mató a ese niño encumbra a Europa. A las instituciones privadas monetarias. Incluso a quienes deben mediar en conflictos internacionales, la Organización de Naciones Unidas.

Nadie está dispuesto a trabajar. Nadie, desde los poderes europeos no democráticos, ha intentado cambiar algo hasta que ha aparecido un niño muerto. Hasta que el pueblo se ha escandalizado por una foto más bien sencilla. De las que se podrían sacar todos los días, con niños, jóvenes y adultos aplastados por sus casas derruidas, fusilados en oscuros muros, disparados y atravesados repetidamente. Es una realidad que ni Europa ni el rebaño quieren ver.


Un niño, ese niño. Un crío que viene a decir al mundo que hay que despertar. Que la basura que hemos creado no vale, y debe ser mejorada. Ese es el mensaje. Pero el adoctrinamiento de las masas por parte del sistema es tan fuerte que existen especímenes capaces de quedarse con lo atroz de la imagen y protestar por su emisión. 

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