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lunes, 2 de febrero de 2015

Sobre griegos, populistas y dictadores

El pueblo ha hablado. A juzgar por la votación del pasado 25 de Enero, Alexis Tsipras, líder del partido griego Syriza, es el más preparado y querido de los líderes políticos helenos. Desde España, no pudiendo evitar la comparación con el Podemos de Pablo Iglesias, dicen de su programa auténticas majaderías: populistas, demagogos, baratos, anarquistas (Bakunin, ¿quién es ese?). Lo dicen desde el PP, donde por lo visto no se llegaron a leer el programa que presentaron en 2011, aparentemente hecho por algún becario iluso; también lo dicen desde el PSOE, aunque por razones obvias, y no hay más que ver a su líder, no son los más indicados para hablar de populismo.

En relación con esto, Juan Manuel de Prada reflexionaba recientemente en un artículo llamado precisamente Populismo. Dejando de lado los vaivenes religiosos habituales en él, comentaba acertadamente que "el populismo sería, pues, una doctrina que promete el paraíso en la tierra sin necesidad de Parusía; pero en realidad esto es lo que han hecho siempre todas las ideologías", para terminar el texto con una brillante metáfora: "siento que la peste, la malaria, el cólera, el tifus, el sida y la lepra se han puesto de acuerdo en tildar de «plaga» al catarro".

Pues bien, el catarro ha llegado a Grecia en forma de coalición de izquierdas. Etimológicamente, según cuentan quienes saben de esto, Syriza quiere decir "partido de izquierda radical", tomando "radical", que proviene de raíz, un sentido de innovador, nunca de extremista, tal como lo entendemos en España. Resulta que los griegos se han cansado de su falsa democracia -ya era hora de que alguien lo hiciera- como camuflaje de una dictadura del capital: está claro que quienes realmente mandan en el mundo son los bancos, las instituciones monetarias y los misteriosos e inhumanos "mercados", por no hablar de los fondos buitre que tan bien estarían expropiados y disueltos. No descubrimos Roma.

No deja de sorprenderme que los líderes europeos se escandalicen ante el auge de un partido que solo busca para sus ciudadanos un nivel de vida decente. Para Merkel y sus colegas de la troika, se trata de una locura porque "quién os dará el dinero que necesitáis". Al menos descubrimos que no tienen pegas en admitir que solo prestan dinero por interés, y jamás por razones humanitarias: los millones de griegos pobres no importan más que esta u otra operación bancaria por valor de miles de millones de euros. Pero esto no es lo peor, porque todos sabíamos, antes de la aparición de Syriza como partido de masas, que los déspotas mandamases son arrogantes, hipócritas y falsos. Lo peor es que todo esto nos parece normal, asumimos con total cotidianidad que no es preocupante que la gente se muera de hambre y que una buena calificación de Standard and Poor's siempre está por encima la miseria en todo un país, porque al fin y al cabo no somos más que objetos que permiten que tan respetados líderes europeos se enriquezcan. Vendemos nuestra vida, nuestro ánimo y nuestra fuerza al mejor postor, aunque en ocasiones no alcance un salario digno y nos convirtamos en asalariados pobres. Sí, es eso lo que hacemos, regalar nuestra fuerza de trabajo a los ricos. Y no lo digo yo, lo dijo Marx.

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