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viernes, 16 de enero de 2015

Licencia para prohibir

Un atentado contra una revista satírica -qué brillante eufemismo para calificar un semanario que simplemente se ríe de todo- parecía, al menos a primera vista, algo trágico pero lejano, que en cierto modo no nos tocaría de cerca más que la ética y la hipocresía, pero en ningún caso los derechos. Sin embargo, el Gobierno busca desde hoy, día en que parece haberse hecho oficial que a ninguno de sus dirigentes le importaba el porvenir de cualquier miembro de Charlie Hebdo, sacar su beneficio con opresión y control absoluto sobre cualquier acción.

Tras, estoy seguro, tiempo pensando en maneras de coartar la libertad de expresión de los españoles, la excusa era perfecta: si el terrorismo islámico ha pagado sus penas con una revista libre, el problema no será el terrorismo islámico en sí, en absoluto: el problema del atentado será la libertad. ¡Claro! Si los caricaturistas que representaron a Mahoma no hubieran podido hacerlo, no estarían muertos, así que toca elegir entre libertad y muerte o seguridad y vida. "¡Me quedo con la b)!" dirán los pobres ilusos que vean en esto un favor del Gobierno, cuando se trata de una simple invención y de una disculpa de libro para controlar al pueblo, como la Ley Mordaza pero con motivo de ser. ¿Desde cuándo hay que elegir entre ser libres o estar seguros? Nada más lejos de la realidad.

 Resulta entonces que, como el Pisuerga pasa por Valladolid, el momento es inmejorable para callar a quienes no estén de acuerdo y sean, además, de sangre caliente. Porque de febrero en adelante, un insulto en una red social se convierte en punible económicamente, y si va ligeramente más allá podrá llegar hasta lo penal. Esta propuesta llegará, como digo, al Congreso de los Diputados en febrero, y será probablemente aprobada con los votos a favor del PP y la negativa del resto de partidos. Me pregunto para qué irán a una votación de carácter dictatorial.

Libertad de expresión o no: ese es el debate. Siguiendo la tradición de su institución corrupta, vengativa y estrictamente restrictiva, el Papa Francisco (¡el cambio, el progre, el comunista! y demás bobadas) ya ha querido fijar un límite que entiendo se basará en su opinión o en lo que le diga Dios por telepatía. Los políticos afines a la derecha son otro ejemplo: mediante campañas de asociación al terrorismo han intentado cerrar medios como Revista Mongolia o La Tuerka, en un claro atentado desarmado contra la libertad de prensa. Ahora se erigen como los principales defensores de dicha libertad, mientras que por nuestro bien y siempre por nuestro bien prohíben una palabra porque suena mal queriendo aparentar dominio de la situación. Pero no nos dejemos engañar: no es más que escaparate para esconder su manifiesta incompetencia. Si de algo ha servido el atentado en París es para ver lo simples que son nuestros gobernantes.

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